Yo valgo porque Dios me proveyó de valores personales profundos. No tengo que ganármelos.
El respeto a mí mismo se nutre de esos valores que conozco y llevo dentro de mí. Poseo esos valores; son míos.
Debo nutrirlos y cuidar de ellos, ya que corro el peligro de que se deformen, amenazados como están por una sociedad orientada hacia el éxito material.
Sin Adornos
Si logro salvar las trampas que me tiende ese éxito, si no me “adorno” de éxitos de ese tipo a expensas de los demás, conservaré el respeto de mí mismo. Daré entonces más importancia a aquellos actos que expresen mi valía—don maravilloso que me ha sido dado—proyectándola hacia los otros. Esta es mi motivación primera, lo que me impulsa a ser mejor lo que puedo.
Mi valía es mi mundo. Me comprometo y cumplo mi palabra. Esto, es más importante, es crucial.
Intercambiando Valores
A los demás les digo: “Valgo tanto como tú. Intercambiemos valores. Yo te ofrezco lo mejor de mí mismo, esperando que me correspondas de la misma manera”.
Recuerda que lo interno es más importante, aquellos que se interesan sólo por lo externo están condenados a llevar una vida muy superficial.
Enviado por Hugo Echeverri T.
No cabe duda que si no nos respetamos a nosotros mismos—lo que va de la mano con el amor que nos tengamos a nosotros mismos—no sabremos respetar (ni amar) a los demás. Y es que Dios nos creó a imagen y semejanza suya, con una auto estima saludable que sirve de base para nuestras relaciones con otras personas.
Relaciones Saludables
Cuando el enemigo de nuestras almas logra dañar esa auto estima a través de traumas y relaciones fallidas, lastima seriamente nuestra capacidad de relacionarnos. De allí que hay tanta gente incapaz hoy día de mantener relaciones saludables con otros.
Sólo pueden ver a los demás como medios para alcanzar sus fines del momento… pero al final, esta misma gente se queda sola y vacía. Como hijos de Dios, tenemos una alternativa mucho más excelente. Si estamos luchando con respetarnos a nosotros mismos, vayamos a la fuente de gracia—a nuestro Salvador—y presentémoselo a quienes también lo necesiten.
Adelante y que Dios les bendiga.
Raúl Irigoyen
El Pensamiento Del Capellán