Actitud De Gratitud

Había diez de ellos por todo; eran amigos unidos por una tragedia común: todos tenían lepra,una enfermedad horrible y desfiguradora.  En realidad no hay manera de explicar el horror de ver cómo nuestro cuerpo se pudre lentamente.  Pero aquello era solo la mitad del dolor.

Debido a que se pensaba que la lepra era contagiosa, aquellos que la sufrían tenían que enfrentar no solo el embate de la enfermedad sino también el rechazo, caer en desgracia y perder toda dignidad.  Se les hacía vivir aparte del resto de la sociedad, lejos de sus familias y amigos con solo algunos leprosos en los que apoyarse para consuelo y ánimo.

Confinados

Los leprosos en los tiempos de Jesús no sólo estaban forzados a vivir en colonias sino que tenían que gritar “¡Impuro!” cada vez que se acercaban a alguien.  A veces se les obligaba a llevar campanas en su ropa para advertir a los demás de su llegada.

En la colonia de leprosos oyeron historias de este hombre llamado Jesús que no solo hablaba del amor de Dios para todos sino que sanaba a todos aquellos que venían a Él.  Puedo imaginarme que las historias de sanidades milagrosas les llegaban una tras otra: Jesús abrió los ojos de un ciego de nacimiento; le dijo a un paralítico que se levantara y andase: hasta detuvo un cortejo fúnebre y le devolvió vivo su hijo a una mujer.  Puedo imaginarme que escucharon la historia del siervo del centurión que fue sanado.  Debieron pensar que si Jesús sanó al siervo de un centurión romano, ciertamente podría sanarnos a todos ya que, después de todo, ¡somos hijos de Abraham!

Diseño De Plan

En algún momento los diez diseñaron un plan.  Viajarían en grupo para hallar a Jesús; juntos le pedirían que les sanase.  Finalmente llegó el momento en que estuvieron frente a Jesús y le pidieron que les restaurase.  “Vayan y muéstrense a los sacerdotes”, les dijo Jesús.

Mientras se iban, se dieron cuenta por vez primera que su sueño se había hecho realidad: miraron incrédulos sus manos.  Donde instantes antes había putrefacción y miembros mochos, ahora había dedos y manos libres de lepra.  ¡Dieron sus primeros pasos y entonces comenzaron a saltar gritando alabanzas a Dios!  Corrieron rápidamente para establecer su sanidad con los sacerdotes para poder regresar a sus hogares y familias.

Alabanza Y Agradecimiento

Pero uno de los diez se detuvo en seco y se dio cuenta de que había olvidado algo muy importante.  Mientras que sus nueve amigos se alejaron por el camino, él regresó a Jesús, postrándose delante de Jesús.  Llorando y riendo al mismo tiempo, seguía repitiendo una y otra vez: “¡Gracias!  ¡Gracias!  ¡Gracias!”

“¿No fueron diez los limpiados?  ¿Dónde están los nueve?” preguntó Jesús.  El hombre no sabía qué decir, no podía hablar por ellos.  Sólo sabía del inmenso sentido de gratitud que crecía dentro de él… este hombre le había devuelto su vida.

Entonces Jesús le dijo: “Vete, tu fe te ha salvado”.

Agradecimiento

Demasiado a menudo tú y yo somos como los nueve que se alejaron por el camino saltando y alabando.  Recibimos la gracia y misericordia de Dios, experimentamos su toque sanador en nuestras vidas.  Él restaura lo que el diablo ha corrompido y corremos alejándonos, saltando, gritando y alabando, pero olvidándonos de simplemente decir: “Gracias”.

Quiero ser como el uno que dio la vuelta y regresó donde Jesús y cayendo sobre su rostro dijo gracias.  Señor, ¡concédeme la actitud de la gratitud!

Alan Riley
Fuente: www.AllWorship.com

 

El pensamiento de hoy nos anima a considerar cuán agradecidos realmente somos con Dios.

Muchas veces le pedimos cosas en oración y cuando nos las provee, a duras penas nos detenemos para agradecerle por su provisión.  Lo curioso es que al pedir, solemos darle una enorme prioridad a nuestra necesidad, pero al ser solucionado el problema, de alguna manera, su anterior prioridad queda en el olvido y no pareciera ameritar en nosotros un cambio de vida tras la acción milagrosa.  Detengámosnos como el samaritano del pasaje bíblico y tengamos un encuentro con el Señor para agradecerle. .

Raúl Irigoyen

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