Era un domingo en la mañana. Estaba por comenzar la escuela dominical en la iglesia donde pastoreábamos. Yo daba los últimos retoques al mensaje que predicaría esa mañana. Sentí que alguien llamaba a la puerta de mi oficina; cuando abrí, allí estaba Rosita, una joven de la iglesia, con sus ojos llorosos. Ella era una maestra en la escuela dominical. Cuando entró a la oficina, me dijo:

Renunciando

–Pastor, vengo a renunciar a mi cargo de maestra. Ya no puedo más. Mi hogar es un desorden. Acabamos de tener una pesada discusión en casa. La verdad, mi casa parece un infierno. Allí se pelea todos los días desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Sabe una cosa: el único momento en que no peleamos es cuando venimos a la iglesia; y la razón por la que no lo hacemos es porque nos sentamos en diferentes lugares, porque si nos sentáramos en la misma banca, de seguro que le echaríamos a perder el culto.
Mientras la miraba y la oía desahogarse sabía que no era un caso aislado. Muchos hogares han experimentado las mismas rupturas, robándoles la belleza de la gloria. Recordemos que hemos dicho que gloria significa: “peso, calidad, valor”. El hogar, la familia, tienen una gloria que no se puede perder.

Paraíso Anticipado

Una familia feliz no es sino un paraíso anticipado.

Cuando Rosita siguió abriendo su corazón, me hizo una pregunta:
–¿Por qué si somos cristianos, venimos a la iglesia y servimos al Señor, no podemos ser felices en casa?
Esa pregunta me hizo recordar una protesta que el pueblo de Israel tuvo para Dios en Isaías 58:3-10, veamos:

Fe Y Conflictos

¿Por qué, dicen, ayunamos, y no hiciste caso; humillamos nuestras almas, y no te diste por entendido? He aquí que en el día de vuestro ayuno buscáis vuestro propio gusto, y oprimís a todos vuestros trabajadores. He aquí que para contiendas y debates ayunáis y para herir con el puño inicuamente; no ayunéis como hoy, para que vuestra voz sea oída en lo alto.

¿Es tal el ayuno que yo escogí, que de día aflija el hombre su alma, que incline su cabeza como junco, y haga cama de angustia y de ceniza? ¿Llamaréis esto ayuno, y día agradable a Jehová?
¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano? Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria del Señor será tu retaguardia. Entonces invocarás, y te oirá el Señor; clamarás, y dirá él: Heme aquí. Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidad; y si dieres tu pan al hambriento, y saciares al alma afligida…

En este pasaje podemos ver cuatro ministerios que no pueden faltar en la familia para reflejar la gloria de Dios en la tierra.

Serafín Contreras Galeano comparte este tema: El Ministerio Cuádruple De La familia:

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